Ninjutsu – El Camino del Shinobi

El Ninja buscaba unir técnica y espíritu para transformarse en alguien “no común” dentro de lo común. El Ninjutsu nos recuerda lo difícil que es ser realmente un buen ser humano.

La esencia de ser Shinobi se apoyaba en la providencia divina y en lo que cielo y tierra ofrecían. De ahí nacieron métodos como el Sakki Jutsu (sentir la intención asesina) o los sistemas de observación Tenmon, que permitían anticipar lo que estaba por suceder.
El Ninja vivía conectado al entorno: podía leer la naturaleza, sentir cambios en la dinámica del mundo y reaccionar sin demora. Nada lo sorprendía. Esa es la raíz del Ninjutsu: supervivencia en estado puro.

Una Contracultura

Durante siglos, el Ninja fue visto como alguien incómodo, fuera de lo establecido. Su forma de pensar y actuar era distinta a la de los estrategas militares clásicos. No se trataba de “magia” ni de “superpoderes”, sino de algo más profundo: la capacidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto, de actuar desde otra visión de la realidad.
En la era Tokugawa, incluso el Shōgun llegó a tener un grupo de élite formado por Ninjas. Con el tiempo, las leyendas de invisibilidad, caminar sobre el agua o leer la mente terminaron de confundir a la gente. Pero lo esencial siempre estuvo en otro lugar: en la percepción y en la conciencia.

Togakure Ryū

Nuestra raíz

Nuestra escuela principal es Togakure Ryū, fundada por Daisuke Togakure.
La historia cuenta que Minamoto no Kanesada, joven samurái al servicio del clan Kiso Yoshinaka, fue derrotado en batalla. Herido y tras presenciar el suicidio ritual de su señor, huyó a las montañas de Iga. Allí fue rescatado por el sabio taoísta Kain Doshi, quien lo instruyó en Ninjutsu.
Kanesada tomó el nombre de Daisuke Togakure y fundó la escuela.

En tiempos de guerra, los Ninjas de Togakure Ryū operaban en el centro-sur de Iga, entrenando en las 18 áreas fundamentales: desde la purificación del espíritu hasta habilidades físicas, estratégicas y mentales.
Esa tradición ha sobrevivido hasta hoy.